Por: Antonio Prats Ventós
Desde
un principio, cuando ella estudiaba en la Escuela de Artes Plásticas de
la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, nos dimos cuenta los
profesores, que era algo especial. Tenia una actitud inquisitiva que iba
mas allá de nuestras respuestas. No se limitaba a lo que le
enseñábamos, basado en un programa, sino que trabajaba más de lo que le
pedíamos y preguntaba más de lo que podíamos contestar.
Años de experiencia con alumnos nos hacían intuir que Natalia Conde iba a ser artista.
Tengo
que aclarar que las Escuelas de Arte enseñan oficio para facilitar la
expresión en cualquier manifestación artística, porque no son fabricas
de artistas. Esto depende de la sensibilidad de cada persona, de su
imaginación creadora, de su capacidad de trabajo y de su sentido de lo
bello, sin importar las incidencias del diario vivir. Tiene que hacer su
obra apasionadamente todo el tiempo.
Y este es el caso de Natalia.
Su
personalidad, su soltura, los formatos y su dedicación constantes nos
permiten asegurar que aquella promesa que nos hizo creer a sus
profesores que teníamos UNA ARTISTA -con mayúscula- en formación, ha
sido cumplida con creces. Sigue así Natalia.
5 de septiembre del 1998.