Por: Abil Peralta Agüero
Cada
momento de la historia social, política y cultural de la humanidad se
manifiesta como huella, sello o emblema de la historia misma en la
iconografía artística que el hombre, en cada uno de sus respectivos
estadios de civilización deja marcado en la caverna, el muro, en el
mármol, en la tela o la madera.

Como
línea de enlace que interactúa entre las mas diversas propuestas y
tipologías de la historia del arte, advertimos que como eje temático, la
conciencia critica del arte apunta hacia la afirmación del drama y el
compromiso social como referencia directas a las necesidades de
redención que la humanidad, mediante voz invisible reclama y reclamara
siempre del artista como el mas autentico portador de la voz que piensa
en el nombre de todos.
La
pintora dominicana Natalia Conde, tocada por la mirada del
descubrimiento del maestro escultor dominicano Antonio Prats Ventós, ha
decidido según proyecta la signología de su pictorialidad, ser una
artista de las que no andan transitando por la periferia de la historia,
sino de aquellas que asumen con responsabilidad el derecho a desgarrar
el velo de la conciencia humana; reclamando la verdad de la fe, la
profundidad de la herida y los signos que el dolor que ha marcado desde
los tiempos mismos de nuestro origen primigenio, expresado a través de
la violencia individual y colectiva, la erosión del amor o la
perversidad de la guerra.

Las
formulaciones neo figúrales de Natalia Conde asumen el drama como parte
de un vocabulario épico y solemne que desde su atmósfera órfica, niega
toda articulación escénica de teatralidad, para traducirse o evocar un
c1ima en el que prevalezca el símbolo, a partir de la formulación de
fenómenos estéticos expresados a través de la potenciación de la luz
espectral, el color den so, la veladura seccionada, la textura vaporosa,
el dibujo interior y una volumetría y movimiento próximos al ritmo
escultórico en la exposición anatómica de los cuerpos que a la manera de
la Piero della Francesca o el Greco logra traducir a fenómenos
visualisticos normados por una fuerte tensión plástica interior.
Su
pintura emerge del ejercicio de una mirada focalizada hacia la
sustancia de la conciencia de la historia, por lo que la forma
serpenteante de los cuerpos que diseña, estructura e integra a sus
telas, a partir de una volumétrica ingrávida, crean en el espectador
estados visivos de una fuerte tensión entre volumen y movimiento,
provocando como fenómeno perceptivo que veamos a la manera de
"amontonamiento" dramáticas masas de cuerpos desnudos que en su
expresión inerte manifiestan toda ausencia de acción psicológica.
Utilizando
recursos cromáticos que expone en sus telas como alquímicos colores
abrasivos, casi ácidos, vemos emerger figuras vibrantes y alargadas como
místicamente transustanciadas por llamaradas no visibles que le han
arrancado la materialidad de sus almas. Su arte es emotivo y espiritual,
enriquecido por las imágenes icónicas de unos cuerpos macizos que nos
golpean hasta el razonamiento crítico.
Hay
en sus obras, una suma de cuerpos que en su falta de rostros aguardan
una identidad misterica que bien pudiera ser el rostro de cualesquiera
de nosotros, victimas posibles en cualquier escenario del mundo de la
barbarie de la guerra o la violencia desatada que hoy ataca por todos
los flancos de la humanidad.
Su
audaz cromatismo, tratado sobre la superficie telica a la manera de los
efectos del frotagge, la armonía, brío y esplendor dram6tico de sus
estructuras compositivas nos llevan a recordar esas masas de Ángeles que
en su "Asunción" nos expuso en el Cinquencento Corregio o bien el
flamenco Rubens en su celebrada obra "Los horrores de la guerra",
pintada para el Duque de Toscana, y sobre la que el pintor escribiera:
"Esa lúgubre matrona vestida negro, es la infeliz Europa afligida por
tantas guerras, por la rapiña, el ultraje y la miseria".
La
composición de una consumada armonía que domina la arquitectura
interior de sus obras, la artista la enriquece a partir del equilibrio
de tonos y ritmos dominantes que acentúa en su espectro dram6tico y
simbólico al superponer cuerpos que en su desnudez asumen y refractan
unidades de luz que provocan en el espectador poderosas sensaciones de
reflexión existencial y estados mistericos, tanto sobre la
transitoriedad de la vida como sobre la terrible capacidad
autodestructiva de la humanidad.
En
ocasiones la artista, dando demostraciones de un sabio dominio de la
volumetría y la composición visual, estructura escenas en las que
percibimos cuerpos cruzados en horizontalidad, la diagonalidad y la
verticalidad, esta ultima linealidad expositiva atrevidamente acentuada
por el dramático movimiento plástico de cuerpos inertes en posiciones de
precipitación hacia el suelo, exponiendo así un fuerte simbolismo sobre
la fragilidad de la vida y la condición humana.
Esos
densos juegos de reflejos lumínicos que provocan en la mirada
perceptora sensaciones cataclismica, la artista los obtiene de su
capacidad para administrar 10 fuerza de su dibujo interior, recurso
estilístico que hace prevalecer tanto en su obra de fuerte acento
dramático como en aquellas en las que celebra la identidad ancestral o
manifiesta lo insondable e lucubración de lo onírico.
En
el arte de Natalia Conde operan los actos y las iniciativas plásticas
de apuesta hacia la destrucción consciente del mundo visible y su
posterior reconstrucción sobre la tela desde su óptica personal, como
una forma de activar impulsos interiores que lo mantengan fiel a su
identidad creadora, aproximándose a ese complejo fenómeno estético que
Paul Cesanne definió como "petitle sensation".
Dibujo,
diseño, equilibrio, ritmo y armónica estructura composicional, sumados a
su intuitiva y sensible administración de los escorzos en sus cuerpos,
hacen de esta pinturas, portadoras de una atmósfera que la define
visualmente como en estado de evaporación permanente, un acto de
creación personal que aproxima la obra de Natalia Conde a los estadios
de la pintura simbolista que, conjugando la prioridad del acto estético
con lo
social, suscribe ideas de concienciación claramente definidas en su semántica y temperamento visual.
Esa
capacidad de establecer una conectiva entre las fuentes de la realidad y
la provisión inagotable del inconsciente, permite que concibamos sus
fenómeno estilístico como vivencias sensitivas normados por un fuerte
sentido filosófico de lo humanístico, existencial y espiritual.
Es
como si la artista aspirara a fundar la republica de los sueños en sus
telas, como para que jamás se repitiera ante la mirada humana, escenas
tan dramáticas y tan apocalípticas como el holocausto, la guerra de Los
Balcanes, el once de septiembre ..
Creemos
en este tipo de manifestación estilística, filosófica y conceptual,
porque el margen de que es caligrafía de su sensibilidad y de su
conciencia creadora, patentiza en cada una de sus telas, rigor de
diseño, espíritu constructivo, armonía dinámica y sobrios juegos de
proporciones que elevan su arte a estados de equilibrio y profundidad
que hablan muy bien de la capacidad creadora de una artista, que a lo
largo de su carrera pictórica ha preferido apostar a la definición de
una personalidad artística discreta, apartada de los carteles que
anuncian el cada vez más complejo espectáculo del arte de nuestro
tiempo.
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Publicado en: Catálogo de la muestra "Sobre Las Huellas, Camino". Museo de las Casas Reales.
22 de marzo del 2005. Santo Domingo. RD