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INRI 50" x 65". |
Por: Cándido Gerón
Fundirse
en la creación es comprender el drama de sus misterios. EI artista hará
que su obra emplace ese destino. EI artista no tiene otra alternativa
que reconocerse en ella, porque siempre los espíritus se pondrán de su
parte.

Impactante
su técnica. Sus pinturas producen en el espectador una catarsis de
sueños y conquistas. Acusa su energía un poder de síntesis cromática
sorprendente. Desde el punto de vista de su arquitectura, su obra
plástica expone en su conjunto una metamorfosis consecuente con su
emoción comunicativa.
Las
visiones de la artista parecen surgir de un mundo onírico, al
transmutar las imágenes de sus personajes, las cuales se distienden y se
reconcilian en sus amores. Partiendo de estas premisas, estos
personajes disponen del movimiento y de la composición, porque no hay
duda de que Natalia Conde tiene un gran dominio de las soluciones
pictóricas.
Lo
que mas le interesa a ella son las sublimaciones, los supuestos, las
apariencias, para explorar de manera espontánea en lo místico, que es lo
mismo que decir, en los orígenes de la humanidad, pero, claro esta, sin
caer en prosaísmo o trivialidades. De hecho, Natalia Conde es una
pintora con amplitud de miras, que no se contenta con las formas manidas
del arte, sino que va mas allá de sus visiones hasta establecer un
esquema de innovaciones y descubrimientos.
Estas
visiones, no obstante, se afirman en lo académico y en un corolario de
ideas subyugantes, hasta establecer un abanico de reflexiones
inmutables.
Pocas
artistas dominicanas poseen el bagaje académico e intelectual de
Natalia Conde. Hablar del cromatismo envolvente de su pintura, es hacer
un ejercicio mecánico, puesto que ya nos tiene acostumbrados a la
seductora luz de sus cuadros. Ni que decir del placer que nos producen
también, sus imágenes, ricas en recursos y vivencias.
En
sus pinturas, para decirlo con palabras de Carlos Baudelaire: "el juego
es una pasión violenta y con tenida al mismo tiempo”. Es fácil advertir
sus fulgores, las alegrías y tristezas de sus modelos, la interioridad y
superioridad de algunos, el sentimiento trágico, anodino, la mezcla de
regocijo y destemplanzas. Hay en ellas, como ya hemos afirmado
en
otros trabajos, lo axiomático y primitivo, el problema de la identidad y
la preocupación mística que es el telón de escándalos o silencios que
desmadejan la mayoría de sus personajes.
Estos
personajes, evidentemente, reproducen el más fiel espejo de la vida,
por ello, al estudiar el arte de Natalia Conde, debemos tener mucho
cuidado en las interpretaciones, pues, se puede dar el caso de que las
aceptemos erróneamente. Aunque no podemos negar que estos personajes son
violentos como las pinceladas e impulsos místicos de la artista, que
ciertas imágenes pueden llevarnos a las alegrías y desesperos que ella
refleja, pero lo que más nos interesa en su arte es el valor artístico,
la doble naturaleza que suscita la frontera de lo maravilloso.
Haré
observar una vez mas, la dominante personalidad de Natalia Conde, una
artista de muchas garras pictóricas. Por otra parte, y como forma
curiosa, ella participa en sus pinturas como espectadora desinteresada,
inclinándose tenebrosa -como diría Baudelaire- en los homos de la
metafísica. De esa manera, se aproxima a su infancia y, no obstante, y sin esfuerzo alguno, pinta muy rica y espiritualmente.
Publicado en: catálogo "Antítesis de la memoria" Págs. 3 & 4
Fundación Guayasamín / Santo Domingo. 1998.